La vida con De Marcos es mucho más sencilla para los hombres de ataque. Es otro mundo. Se lanza a carreras imposibles y abre la puerta a desmarques que son un quebradero de cabeza para las defensas rivales. En el Ciutat de Valencia estuvo como el perrito que lleva una semana sin ver a su dueño y de repente entra por la puerta de casa. Éxtasis, locura, galopadas por aquí y por allí…
a través de MD